Se pregunta el amigo Xanxito sobre qué cosa sea ser psiquiatra. Uno, que ha vivido algo más que él aunque tampoco mucho, no lo sabe bien. Pero uno va teniendo claro que la respuesta no está en el viento pero tampoco en el cine. Lo terrible de la presentación de los psiquiatras es el cine no es la frecuente posibilidad de ser un caníbal como Lecter o un asesino en serie como Caligari o un psicópata atildado que cura con solo mirarte como Gregory Peck en Recuerda. ¡Quiá!!!!!La mayor de las perversiones es aquella que separa en dos la profesión: el psiquiatra, bueno, respetuoso, liberalote y humanista que es el que cura con la palabra. Y luego viene el pervertido, el sádico, el represor de las libertades, que es el que manda pastillas. La mente humana está fabricada para creerse muchas tonterías. Pero a uno le parece más terrible que en la cabeza de muchos presuntos compañeros de profesión se mantenga viva esta falacia que tan bien refleja este fragmento de la película Monos como Becky. Pero a fin de cuentas hay quien piensa que Dios existe, otros que Hillary Clinton gana porque llora y también hay quién pretende leer la vida deconstruyendo las gafas de Pedrojota como si fueran los posos del café.
Muy interesante el post. Para mí el más interesante en mucho tiempo. Para mí.
Por lo que he entendido la película cree que este pobre hombre nos descubre la verdad. Lo que si que hace es reflejar muy bien una mentalidad. Pero estoy con usted. Es una falacia.
Creo que el descrédito de las pastillas hay que enmarcarlo en el descrédito de las drogas en general. A nadie le gusta ser dependiente. A nadie le gusta llevar muletas, pero ningún cojo se le ocurre cuestionar el instrumento que le permite moverse.
Como las cojeras mentales no son tan evidentes, aunque las muletas-pastillas hacen falta igual, existe quien piensa que bastan las palabras.
Es como si a alguien que le faltara una pierna quisieran ayudarle a andar, sin unas muletas, sólo aumentando su autoestima.
Esta mentalidad también es deudora de la dualidad espiritu-materia.
Como se trata de problemas espirituales, déjese usted de "materia-pastillas" y resuelvalo espiritualmente (con palabras).
Supongo que poco a poco nos daremos cuenta de que somos una única sustancia psicosomática, un continuo al que se puede observar desde su faceta espiritual y su faceta corporal.
Xanxito, toda la suerte del mundo en la nueva aventura que acaba de iniciar en su tierra natal. Va usted a poner en marcha un Etac, un dispositivo que ayuda a personas que sufren mucho en esta vida. Estoy seguro de que será no sólo buen jefe, sino además buen psiquiatra (quiera esto decir lo que quiera decir).
Muy agudo, Loiayirga y muy certera tu anécdota. Yo estudié la carrera en Zaragoza y no tuve ningún profesor tan lumbreras como tu hermano. Una atimormia tan florida como la de el silencioso coprotagonista del esketch no es fácil verla.
Llevo 10 años en esto y todavía no tengo muy claro que es esto de ser psiquiatra. Sí he aprendido cuatro cosas. Una, ser mala persona y buen psiquiatra es sino imposible, si extremadamente improbable. Dos, que no puedes entender a tus pacientes si tu mismo no lo has pasado mal en la vida. Tres que la medicación es vital, si la usas bien puedes ayudar a mucha gente, y paliar mucho sufrimiento inútil y estéril.Y cuatro,no hay nada más importante que una cálida relación humana.
Ahora lo entendi. No hablaba de mí. Menos mal. Hablaba del tipo al que se ve escuchando en la peliculita. Es casi tan interesante como el tipo que habla.
Loia, Atimormia hace referencia a la falta de expresividad, a la indiferencia afectiva que muestran algunos pacientes. La enfermedad mental grave produce un cuadro así que se exacerba por la medicación.
Siempre les digo lo mismo. "A ver ¿Usté por donde empieza a vestirse, calcetines, calzoncillos o bragas, ...? ¿A que no le parece una esclavitud y ni se le ocurre salir de casa sin hacerlo? Más fácil es tragar una pastilla.
catalino, la adicción a la droga, (ser esclavo de ella, en el sentido de depender de ella) con independencia de que se trate de una sustancia dañina o no siempre se ha considerado algo no deseable.
Y ahora un poema dedicado a Lafoca, y a Ana, y a Devisita, y a Teresa y Recienllegada y a Dama Oscura. Y a todas las mujeres de este blog, que yo dedicando poesías siempre he sido muy generoso.
A cada una de ellas.
"Si yo fuera Dios y tuviese el secreto, haría un ser exacto a ti; lo probaría (a la manera de los panaderos cuando prueban el pan, es decir: con la boca), y si ese sabor fuese igual al tuyo, o sea tu mismo olor, y tu manera de sonreír, y de guardar silencio, y de estrechar mi mano estrictamente, y de besarnos sin hacernos daño -de esto sí estoy seguro: pongo tanta atención cuando te beso; entonces, si yo fuese Dios, podría repetirte y repetirte, siempre la misma y siempre diferente, sin cansarme jamás del juego idéntico, sin desdeñar tampoco la que fuiste por la que ibas a ser dentro de nada; ya no sé si me explico, pero quiero aclarar que si yo fuese Dios, haría lo posible por ser Ángel González para quererte tal como te quiero, para aguardar con calma a que te crees tú misma cada día, a que sorprendas todas las mañanas la luz recién nacida con tu propia luz, y corras la cortina impalpable que separa el sueño de la vida, resucitándome con tu palabra,"
[...] Nada resiste ya. Sucede cuando mi dolor me levanta y me hace cumbre que empiezan a ocultarse las imágenes y a dar la mies en cada poro el acto de su ligero crecimiento. Entonces hay que avanzar la vida de tan limpio como es el aire, el aire retador.
Buenas tardes, hermanos. Vengo en son de paz. Siento que a santi le partieran el culo en Chueca, eso me ha parecido leer en los últimos comentarios de ayer. Sin peleas, sin rencores, amémonos todos.
Sobre Angel González no puedo decir nada. Concentrados mis años mozos en la poesia de Evaristo no pude llegar a AG mientras vivía. Veremos ahora.
Descrédito de las drogas y hasta cierto punto descrédito de las compañías farmacéuticas.
"A nadie le gusta ser dependiente." Claro, todo el mundo prefiere ser jefe o artista o asesor o incluso psi, pero dependiente... "buenos días, ¿qué desea?" Todos los días con la sonrisa en la boca. Es duro.
No creo en dios, tampoco en sectas magufas conspiranoicas. Así, una vez apartada la ensalada, sólo me queda la carne (la ciencia).
Las autodefiniciones sobre el qué suelen ser un combate de la impostura y la humildad, arbitradas por la inteligencia.
Para terminar, dos definiciones de psiquiatra con aire graciosillo. La primera la recoge Zarifian en "Los jardineros de la locura".
"El neurótico es quien fabrica castillos en el aire, el psicótico, quién vive en ellos; y el psiquiatra...quien cobra los alquileres".
La segunda, en estos tiempos de periódicos leídos, contención de gastos y consejos escatológicos, mas útil. La dio The Times a mediados de los 80.
"Por fin alguien ha definido el valor de un psiquiatra. Un individuo que retenía rehenes a punta de pistola en el Hospital St.Jude de Memphis liberó a uno de ellos -un psiquiatra- a cambio de cinco hamburguesas normales, cinco hamburguesas con queso y unas patatas fritas".
Había una vez, por los Montes de Toledo, en una tierra muy espesa de manchas que se llama La Jara, una casa de campo en que vivía una familia que tenía dos burros. Una tarde en que el padre había salido con los burros a un pueblo cerca a por harina, se cubrió el cielo de un nublado todo igual y blanco y comenzó a nevar y más nevar, de una manera como pocas veces se ve en aquella tierra; así que, oscureciendo, había ya en el suelo una manta de nieve de cerca de una cuarta, y el padre no volvía. Ya de noche, llamaron a la puerta y era un vecino de los alrededores que venía a caballo y, de parte del padre, les traía recado de que aquella noche se quedaba a dormir en el pueblo, pues, siendo los borricos algo tropezones y cargados con sacos como habían de venir, no se atrevía con tanta nieve a emprender el camino de regreso y, por tanto, que no se preocupasen si no volvía aquella misma noche ni hasta tanto que viese los caminos un poco despejados. A la mañana del siguiente día la nieve había subido hasta dos palmos; y que nunca había visto, en sus setenta años, otra nevada igual, dijo el abuelo al asomarse a la ventana. Mirando hacia los cerros, se veía todo lo que antes eran oscuras manchas de jaral casi cubierto de blancura, pero no del todo, porque las jaras llegan a crecer más de dos cuartas y aun las hay que levantan hasta por cima de los hombres altos. Así que las más de ellas sobresalían de la nieve, aunque también sus hojas aparecían nevadas en gran parte. La jara es una planta con los tallos muy negros; y en el verano, cuando el sol calienta, las hojas se le ponen pegajosas, lo mismo que con un pringue de miel, y se pueden pegar sobre la mano como el esparadrapo. Duró la nieve otro día más, y el padre continuaba sin volver. A la mañana del segundo día, el mayor de los hijos entró todo alborotado diciendo que la ventana de la cuadra estaba abierta, la falleba rota, los pesebres revueltos, el heno derribado, y que por todas partes se veían señales de que alguien había estado allí, y que quién podría haber sido. Poco estropicio ha sido, según tú lo refieres dijo el abuelo tan tranquilo , y yo no quiero andar cruzando los corrales para verlo, que mis pies ya no están para el frío de las nieves. Cuando venga tu padre, que lo averigüe él, si lo desea. ¡Una falleba nueva gritó la madre desde la cocina , que me costó seis duros el ponerla este otoño que acaba de pasar! Se presentó, sin esperarla, el padre a mediodía, diciendo que se había decidido por fin a regresar en vista de que iba para largo y porque había pensado que total iba a ser casi peor venir pisando por los barrizales que habrían de formarse en los caminos al derretirse de las nieves. Mientras decía estas cosas dentro de la casa, quitándose la manta de los hombros, salió el hijo mayor a atender a los burros que llegaron cansados y friolentos y a descargarlos de los sacos que traían sobre el lomo y que venían cubiertos con gualdrapas de telas embreadas, no siendo que la harina se mojase y se echase a perder. Trajeron un brazado de tarmas, o sea leña menuda, de los matorrales, y lo echaron encima de las brasas que quedaban de haber hecho poco antes la comida y le armaron al padre una gran lumbre porque había venido hundiéndose en la nieve casi hasta la rodilla y tenía los pantalones empapados. Se sentó en el escaño y se sacó las botas y los calcetines que estaban igualmente chorreando y avanzaba los pies hacia la llama a riesgo de quemarse, porque de tan helados como los traía no sentía en las plantas el calor. Le dieron algo de comer y, mientras él comía, los demás le contaron el extraño suceso de la cuadra. Así que, cuando se hubo repuesto y calentado, volvió a calzarse con calcetines secos y otras botas, y se fue con el hijo mayor hacia la cuadra, en donde ya los burros masticaban el pienso en los pesebres. Observó el padre la falleba rota y miró con cuidado a todas partes, concluyendo que no era ciertamente una persona la que en aquel lugar había penetrado. ¿Y tú cómo has mirado, bobalán añadió de repente , que no has visto esta huella marcada en el estiércol? y le mostraba al hijo unas pisadas de pezuña doble de forma semejante a la pista de las cabras, pero mucho mayores . ¿Conoces tú estas huellas? De borrico no son dijo el muchacho. No. Ni de golondrina. Eso seguro dijo el padre riendo . A ver. ¿De qué serán? De buey creo que no son. Son más estrechas. Tampoco son de buey. De cabra no serán, que son muy grandes. Tampoco son de cabra. De un cochino serían más redondas. Tampoco de cochino, Nicolás. Las de oveja son mucho más chiquitas. Ni tampoco de oveja. Padre... ¿De qué serán? Ya no hay otro animal de dos pezuñas. ¿Que no hay otro animal? No hay otro. ¡No lo hay! El padre cogió entonces a su hijo por el hombro y le apretó, mirándole a la cara. Mírame, Nicolás. Aquella vez que subiste tú conmigo a lo alto de la sierra, ¿no saltó de repente delante de nosotros y escapó a la carrera un animal hermoso que tenía unos cuernos como ramas y que corría más que ningún caballo? ¿Ya no te acuerdas de él? El chico puso unos ojos redondos como platos, y con enorme asombro exclamó: ¡¡El ciervo, padre!! ¡Un ciervo ha estado aquí! ¿Cómo habrá entrado? ¿Por qué habrá venido?
Capitulo II Se habló en la casa del descubrimiento. El padre dijo que sin duda alguna, por haberse cubierto de nieve todo el campo y estar las hierbas enterradas, no hallando qué comer los animales de los montes, el ciervo aquél, acuciado por el hambre, habría acudido al heno de la cuadra. A lo cual el abuelo replicó que no era un caso totalmente nuevo, y que ya se había dado algún invierno con las cabras montesas de la sierra el bajar a pastar con los rebaños de los pueblos; pero que el ciervo tiene fama de animal de muy poco comer, para el que no son nada cuatro días de ayuno, y que aquél, de ser ciervo, sería algún golosón, que entre todos los seres de este mundo tiene que darse la golosería. El muchacho no hacía más que mirar por la ventana hacia las lomas de jarales, y aún quería pasar con su mirada al otro lado de los montes y alcanzar las umbrías escondidas, los últimos rincones de los bosques, de donde imaginaba que el ciervo habría venido. Y, oscureciendo, vio las nubes retirarse del cielo y luego aparecer una gran luna que iluminaba toda la nevada. Cenó callado y pensativo, y tan sólo a las postres despegó los labios para sacar de nuevo el ciervo a relucir. Como sabe el camino, a lo mejor vuelve esta noche, padre. La madre no entendía de quién hablaba. ¿Qué dices tú? ¿Quién va a volver? El padre sí entendió, y ya se reía. Pues quién va a ser, mujer. El ciervo, que no se le quita de la imaginación. El abuelo opinó que bien podía volver a presentarse, no habiéndose la nieve derretido y con los pastos todavía cubiertos. Y le daba al muchacho con el codo. ¿No sabes, Nicolás, cómo se cuentan los años de los ciervos? ¿Cómo, abuelo? Esos cuernos que llevan como ramas peladas empiezan a nacerles alrededor del año. Igual que el par de dientes que le apuntan a tu hermano Eusebio, que ya debe andar cerca de cumplirlo también. ¡Jesús, María, y qué comparaciones! dijo la madre junto al fregadero. Bueno; pues ese primer año les sale solamente un par de puntas igual que dos estacas y por eso se llaman estaqueros; pero a la primavera se les caen y se quedan sin cuernos otra vez. Y todo el verano tardan en crecerles los nuevos, que primero vienen cubiertos con una pelusilla igual que el terciopelo de los melocotones, hasta que no les crecen más. Entonces se conoce que les pica ese pellejo de pelusa y restriegan los cuernos contra los troncos de los árboles hasta desnudárselos y dejar descubierto lo que es pura madera. Así que año tras año pierde el ciervo los cuernos, y cada vez que vuelven a nacerle sale una punta más, de modo que por el número de puntas, que se llaman candiles, sacas el número de años. Si este que dice tu padre que ha venido fuera un macho, pues las hembras no tienen nunca cuernos, ahora podrías contarle los candiles y llegar a saber la edad que tiene, porque éste es el tiempo en que las astas de los ciervos se hallan en todo su esplendor. El chico apartó los ojos de su abuelo y se volvió a su padre: ¡Yo quiero verlo, padre! ¡No me quiero acostar! Oyendo estas palabras, la madre comentaba sin volverse: Por si estaba ya poco embobado el muchacho con el ciervo, tuvo su abuelo que venir a terminar de calentarle del todo la cabeza. ¡Sí es que no es el mismo abuelo el que la tiene más caliente! dijo el padre, volviéndose a reír . No estamos tan seguros de que vuelva. Comoquiera que sea, Nicolás, si tanto gusto tienes que das la noche por bien empleada le haremos un acecho; que mañana, con estas nieves en el campo, no tendremos faena que nos haga madrugar. Verás tú. Preparamos una soga, la atamos al postigo y dejamos abierta la ventana... ¡A cierveros nos vamos a meter, mira qué cosa! interrumpió la madre protestando y riéndose a la vez. Así pues, decidieron amarrar una soga a la esquina inferior de la ventana, dejando ésta abierta, y esconderse los dos, teniendo la otra punta de la soga de modo que pudiesen, de un tirón, cerrar de nuevo la ventana, en cuanto el ciervo, si tenía la ocurrencia de venir, saltase adentro de la cuadra. Cogieron un farol de aceite, de esos faroles que usan en el campo como cajas cuadradas de cristal, que tienen dentro la latita de aceite de donde sale la mecha que se enciende y arriba como un tejado de hojalata cuya cúspide remata en una anilla de hojalata también, que es por donde el farol se lleva de la mano. Lo abrió el padre por uno de los lados de cristal que funciona como una portezuela y le dio llama con una cerilla. Cogieron igualmente un par de mantas para arroparse el tiempo de espera y así salieron al corral, todo nevado y alumbrado por la luna, que era un patio cuadrado de mediano tamaño, limitado a un extremo por la casa y al otro por la cuadra y cerrado a ambos costados por dos cobertizos bajos de techumbre. Cruzaron el corral y alcanzaron la puerta de la cuadra, donde los burros ya dormían. Abrieron la ventana y le ataron la soga, según habían pensado. Y el padre dijo entonces: Pudiera olfatearse de nosotros y entonces no entraría; vamos a acurrucarnos entre el heno, que huele fuertemente, escondiendo un olor en otro olor. Olerá los borricos dijo el muchacho. A borricos olía también anoche, sin que ellos estuvieran le replicó su padre , que un año que faltaran no podría oler aquí más que a borrico desde el suelo a la punta del tejado, y ya ves cómo entró. ¿En el heno nos vamos a meter? dijo el muchacho . Pues algún alacrán nos picará. ¿Con estas nieves temes tú alacranes? dijo el padre . ¿Dónde estarán ahora los pobres alacranes? Debajo de siete piedras enterrados, y más dormidos que si estuvieran muertos, lo menos hasta que salga el sol de marzo y el terreno se vuelva a calentar. Se arrellanaron, pues, como en un nido, en el montón del heno, a un lado en la pared de la ventana; el padre con las piernas muy abiertas y en el hueco de ellas Nicolás; echándose una manta por delante y la otra por la espalda, mientras las cuatro manos sujetaban la soga que iba hasta el postigo. Y así se dispusieron, inmóviles y callados, a esperar desde lo oscuro, atentos solamente a la ventana y al cuadro de luz que a través de ella proyectaba la luna sobre el suelo. La noche no era demasiado fría, porque una gran nevada deja siempre unos días más templados tras de sí, y no corría ni una brizna de aire. Y pasó tanto tiempo que las manos del hijo se fueron aflojando poco a poco hasta soltarse del todo de la soga, y ya su cuerpo entero se vencía por el sueño contra el pecho del padre, cuando éste con un súbito aunque leve movimiento lo volvió a despertar. La neta sombra de unos grandes cuernos enramados había aparecido en el alféizar, proyectada por la luna. Las manos se crisparon en la soga y, afuera, en el silencio de la nieve, se oyó, cercano, el fuerte resoplido de un olfateo receloso. Tres veces se repitió aquel resoplido hasta que al fin creció súbitamente la sombra en la ventana y a la sombra siguió el propio animal, que de un salto limpísimo salvó el alféizar sin tocarlo y vino a clavar sus cuatro pares de uñas en el suelo de la cuadra. ¡Ahí lo tenemos, Nicolás! gritó entonces el padre jubiloso, al tiempo que tiraban con fuerza de la soga. Y rechinó el postigo en sus bisagras oxidadas, giran o velozmente hasta golpear el marco con estruendo, casi al instante mismo en que aquel agilísimo animal, que había tenido tiempo de girar en redondo sobre sí, redoblaba, con la embestida de sus astas, el golpe en la madera. Tras lo cual se detuvo unos momentos, como dándose cuenta de haber sido ganado por la mano, mientras con vigorosos resoplidos parecía querer hacerse cargo de en qué clase de trampa había caído y en medio de qué seres se encontraba. Pausa que el padre aprovechó para decirle a Nicolás: Tú mira a ver si enciendes el farol, que yo veré de llegar a la ventana para afianzarla de algún modo y liberar la soga que me hace falta ahora, a ver si le echo el lazo por los cuernos. Mas no bien hubo dicho estas palabras, cuando he aquí que empieza el ciervo a dar respingos y a trotar ciegamente de una parte a otra, derrotando cornadas en lo oscuro, golpeando las maderas, en el ansia de dar con la salida, y acorralando a los borricos, que, en sobresalto despertados, huían zarandeados por todos los rincones, sin despegarse un punto uno del otro y aun buscando el arrimo de sus amos, de quienes esperaban sin duda protección. No obstante, Nicolás ya conseguía dar luz a su farol, y el padre, liberada al fin la cuerda «¡eh, ciervo!, ¡toma, ciervo!» , perseguía al animal inútilmente, sin que éste se dejase convencer; cuando en esto, y habiéndose llegado Nicolás más hacia el centro de la cuadra con el farol en alto por mejor alumbrarle a su padre la faena resultó que el animal, en una de sus locas pasadas, le arrancó de los dedos el farol y se lo llevó ensartado por la anilla en una de las puntas más altas de sus cuernos. Y al verse portador de aquella luz, que se agitaba sobre su cabeza, y sentirse sonar entre las astas el golpear de latas del farol que giraba como una bandolera, a tal punto llegaron su espanto y su violencia que el padre y Nicolás tuvieron miedo. ¡Vamos a abrirle hacia el corral dijo entonces el padre , y darle desahogo, no siendo que nos lleve por delante! Dicho lo cual se deslizó pegado a las paredes hasta alcanzar la puerta. No esperó el ciervo a que llegase a abrirla totalmente, sino que apenas vista una rendija de nieve iluminada, precipitóse a ella, saliendo hacia el corral, tan apretado entre las dos maderas, que el farol ' todavía luciendo en lo alto de sus cuernos, se fue a estrellar contra la jamba y cayó al suelo en mil pedazos. Padre e hijo salieron detrás del animal, que tras breve carrera se había detenido en medio del corral iluminado por la luna; y Nicolás ahora se acordaba de las palabras de su abuelo y empezaba a contarle al ciervo los candiles. Pero no había llegado a contar seis, cuando ya éste arrancaba nuevamente a la carrera y, llegando hasta uno de los cobertizos laterales, se ponía de un salto en el tejado y, derribando nieve y quebrantando tejas, llegaba hasta la cima y desaparecía a la otra parte. No repuestos aún de la sorpresa y el asombro ante aquel salto y fuga inesperados, vieron de pronto el padre y Nicolás que los borricos salían de estampía de la cuadra y que ya ésta aparecía iluminada por resplandor de fuego, porque la llama del farol, ¡dos en mil añicos los cristalitos de su caja, había prendido en los mechones de heno esparcidos por el piso. Acudió el padre adentro, y desplegando prontamente una de las mantas, la abatió sobre aquellas llamaradas y logró sofocar el incipiente incendio, a tiempo apenas de que no llegase a prender en el gran montón de heno y ardiese la cuadra entera sin remedio. Y entonces, como tomando al fin respiro y recobrándose de todo el sobresalto que había turbado aquella noche su pacífica existencia, prorrumpieron los burros en un rebuzno largo y uniforme.
Capítulo III El rebuzno a deshora de los burros despertó de su sueño a todos los durmientes de la casa. Fue el abuelo el primero en asomarse a una ventana, y Nicolás, nada más verle campear las canas a la luna, le gritó con desconsuelo: ¡Abuelo, le conté cinco puntas, pero tenía muchas más, y se ha escapado! A otra ventana se asomó la madre y a una tercera aparecieron a la vez las cabezas gemelas de las dos hermanas; de modo que de toda la familia sólo el pequeño Eusebio permaneció como si tal cosa. ¡Pues a ver las mis mantas! se le oyó a la madre, que en ningún momento había mostrado demasiado entusiasmo por aquella nocturna expedición . ¡A ver en qué estado me las devolvéis! Y no se equivocaba en sus temores, aun ignorante todavía de lo ocurrido, sospechando que sus amadas mantas no podrían escapar sin deterioro de tan disparatadas aventuras; pues, en efecto, cuando el padre y el hijo, tras haber encerrado nuevamente a los borricos en la cuadra, devolviéndolos por fin a su reposo y al sueño interrumpido, entraron en la casa y entregaron las mantas a la madre que había bajado ya con un candil a recibirlos se descubrió en seguida que la más nueva de las dos estaba por una parte toda tostada y chamuscada por las llamas contra cuya amenaza había servido. Pero mayores fueron los motivos de enfado por parte de la madre cuando, por el relato de los episodios, vino a enterarse de que los daños de la noche no paraban en el turrado de las mantas, sino que aún se prolongaban en el quebranto de las tejas y la rotura del farol. Con lo cual cabizbajos y mohínos iban el padre y Nicolás cuando todos al fin se retiraron a la cama.
Capítulo IV A la mañana siguiente reconocieron ambos el estropicio de las tejas del tinado, que al cabo no pasó de la docena, y buscaron en la cuadra los restos del farol: se halló, por una parte, la latita del aceite causante del incendio, por otra, el armazón todo abollado y sin un solo cristal; la anilla no apareció por parte alguna. Repusieron las tejas del tinado, pero el farol no llegaron a arreglarlo porque a la vista de sus restos el hojalatero lo halló tan malparado que dijo que más cuenta les traía comprarle a él uno nuevo, que los tenía ya hechos muy hermosos; pero cuando contaban su aventura a los amigos de los alrededores nadie quería creerlo por mucho que porfiaran, y todos se reían, comentando en las tabernas que cuándo se había visto entrar un ciervo en una cuadra a comer de los pesebres como si fuera un borriquillo. Y esto fue lo que más desazonado trajo por algún tiempo a Nicolás. Se terminó el invierno, pasó la primavera y ya todos tenían olvidada aquella historia, cuando, una tarde, a mediados del verano, de regreso del monte se presentó un pastor en la taberna adonde el padre de Nicolás solía ir a jugar a la baraja, y enseñó a todos un hermoso par de astas de ciervo que, siendo el tiempo de la muda, había encontrado tiradas por unas madroñeras de lo alto de la sierra. Y mostró con el dedo a los presentes cómo ensartada en una de ellas se veía, oxidada y retorcida, una anilla de lata que bien pudiera ser la de un farol. ¡Y que me ahorquen a mí si no lo es! dijo el padre de Nicolás, reconociéndola. Y, pidiéndole al tabernero su caballo, salió a toda carrera hacia su casa y al cabo de una hora volvía con Nicolás a la grupa, el cual traía en su mano los despojos del farol. Y comprobada la correspondencia de éstos con la anilla, no solamente se vio corroborada ante todos los incrédulos la aventura del ciervo, sino que el chico pudo al fin contarle las puntas a su gusto y conocer los años que tenía, que resultaron ser catorce, o sea los mismos que a la sazón contaba el propio Nicolás.
Los hermanos Cagales son los Panero de Ciutat vella. Viven en un piso de acogida de la calle Carniceros y salen a pasear todos los sábados hasta la frontera de la calle San Vicente. Les llaman Cagales no porque Casale sea escatológico y practique el turismo escatológico sino porque un día se cagaron los dos en el Lisboa. Al unísono, a media mañana, mientras en la calle caían chuzos de punta. "Che, quina pudor!!" empezó a bramar el camarero. Quià, que diría el chino. La pudor era el pastel, la mugre, el grito sórdido y poético de nuestros Panero. Como siempre, hubo irredentos izquierdistas sección paisos catalans que vieron en aquel acto un atentado de la derecha local, pero la cosa no fue tan honda. Un simple apretón. El apretón gemelo y compartido de los hermanos Cagales. Fue entonces que reparé en ellos. Y sensibilizado por los post de mi amigo Sarapo me acerqué a compartir espacios de bruma y humo con ambos. Los hermanos Cagales tienen un plan. Primero cagar duro en todos los garitos donde alguna vez se mofaron de ellos. Después, fundar la rama local de la antipsiquiatría. Palabra que no miento.
Mecanikong, te pìdo mil perdones por mi olvido. Y parece que aún lo estropeé más hablando de tu nick. Disculpa. Nada más lejos de mi intención que molestarte. De verddad, lo siento.
No lo dije en su momento pero pensé decirlo. Si por algo pudieramos en este blog lamentar su embarazo es porque cuando llegue la criatura nos privará seguramente de su presencia durante unos meses.
Meca, si algo puedo decir yo que les conozco a ambos es que es difícil ser más sincero que el bueno de Loiayirga. Y Loia, conociendo a Mecanikong, le diré que no se preocupe por lo sucedido y que ni de coña va a faltar tanto tiempo del blog.
De hecho, hoy hace un añito que nació Sabela, la niña de los Meca, como bien recuerda Ch.
Sarapo, he estado en la tienda apple de Asturias. Es otro mundo. Imagínate que los ví todos, llegué a casa me metí en la web-apple y estaba en obras.Pero al rato había un Mac Book nuevo que se llama "air" y es más fino que el periódico...yo creo que para alguien como tú que no para de viajar te vendría estupendo. El futuro es de color blanco, hasta el ejército americano se ha pasado a Mac.
Hermosísima tarde noche de vendaval. Como casi siempre que hay vientos de este calado me voy a la Playa del Cuerno por ver cómo el vaivén acelerado de la espuma de las olas salta por encima de las rocas. Muy hermoso, ya digo, esta performance netamente romántica a la que solo le falta un amor dolido precicipitándose al cantil desde La Peñona.
¡Era broma Loia! Eso sí, mi nick es entrañable. De pequeñas a mi hermana y a mí nos regalaron 2 caretas, una era de King-kong y la otra de un monstruo indeterminado, muy feo, al que un tío mío bautizó como Mecanikong. King-kong y Mecanikong fueron famosos y útiles en casa. Gracias a esas caretas la vecinita ñoña que querían empaquetarnos como amiga huyó como alma que lleva el diablo. Fin de la historia. Un añito. Ardo en deseos de leerle cuentos (Y que le guste). Gracias, Catalino, eres genial. Caramba, espero no faltar y que ustedes sigan.
Jo! Hablo del libro que recomendó Happel; por cierto publicado en una editorial muy querida por mí y por mi familia ¡ejem! que tiene una librería en Madrid. Bajé, lo compré, me monté en el Metro, leía, me pasé de estación; son relatos tan cortos que hasta yo puedo copiar aquí ¡Ya!
A ver si un día de éstos les cuento algo sobre mi nuevo estado de enamorado. La emoción me embarga con solo recordar lo rápido que sucedió todo... Y el amor que sieno es tan puro que no tengo ni deseo de poseerla.
Bueno, tampoco quiero mentir diciendo que no la deseo porque está bastante buena pese a su aspecto intelectualoide, de película de Claude Sautet.
A esta niña que suscribe el mundo PSI donde ha entrado de cabeza le queda -por ahora- muy grande. Y entre el jaleo general en que estoy convirtiendo mi vida (yendo probablemente a peor) empiezo a darme cuenta de que estoy callando demasiado, debido sobre todo a ese temor (eterno) a hablar de más. Se me han pasado cumpleaños, sonrisas, guiños, fechas cumbre y toda suerte de alegrías virtuales y del día a día; llevaba meses leyendo los post con alguna semana de retraso. Sepan disculparme pues. ¡Felicidades a Sabela y enhorabuena por el hermanito en camino! No me peleo en el barro, no sé nada de política, sólo sabía de Ángel González a través de una gran persona que dice que me quiere... Simplemente me gusta leer cuanto tienen que decir.
DECLARACIÓN DEL ALCALDE TRAS SABER QUE NO IRÁ EN LAS LISTAS Gallardón: 'He sido derrotado' 'Después del 9-M voy a abrir un periodo de reflexión para ver si dejo la política' 'Es una decisión dura, pero la ha adoptado quien la tenía que adoptar'
56 comentarios:
Muy interesante el post. Para mí el más interesante en mucho tiempo. Para mí.
Por lo que he entendido la película cree que este pobre hombre nos descubre la verdad. Lo que si que hace es reflejar muy bien una mentalidad. Pero estoy con usted. Es una falacia.
Creo que el descrédito de las pastillas hay que enmarcarlo en el descrédito de las drogas en general. A nadie le gusta ser dependiente. A nadie le gusta llevar muletas, pero ningún cojo se le ocurre cuestionar el instrumento que le permite moverse.
Como las cojeras mentales no son tan evidentes, aunque las muletas-pastillas hacen falta igual, existe quien piensa que bastan las palabras.
Es como si a alguien que le faltara una pierna quisieran ayudarle a andar, sin unas muletas, sólo aumentando su autoestima.
Esta mentalidad también es deudora de la dualidad espiritu-materia.
Como se trata de problemas espirituales, déjese usted de "materia-pastillas" y resuelvalo espiritualmente (con palabras).
Supongo que poco a poco nos daremos cuenta de que somos una única sustancia psicosomática, un continuo al que se puede observar desde su faceta espiritual y su faceta corporal.
Y hablando de locos, a mí hermano-médico durante la carrera en la asignatura de psicopatología el profesor les explicaba:
"Porque a mí consulta vienen neurótico, psicóticos, transtornos muy variados. Pero algunas veces vienen tipos que están... absolutamente LOCOS".
Xanxito, toda la suerte del mundo en la nueva aventura que acaba de iniciar en su tierra natal. Va usted a poner en marcha un Etac, un dispositivo que ayuda a personas que sufren mucho en esta vida. Estoy seguro de que será no sólo buen jefe, sino además buen psiquiatra (quiera esto decir lo que quiera decir).
Muy agudo, Loiayirga y muy certera tu anécdota. Yo estudié la carrera en Zaragoza y no tuve ningún profesor tan lumbreras como tu hermano.
Una atimormia tan florida como la de el silencioso coprotagonista del esketch no es fácil verla.
Llevo 10 años en esto y todavía no tengo muy claro que es esto de ser psiquiatra.
Sí he aprendido cuatro cosas.
Una, ser mala persona y buen psiquiatra es sino imposible, si extremadamente improbable. Dos, que no puedes entender a tus pacientes si tu mismo no lo has pasado mal en la vida. Tres que la medicación es vital, si la usas bien puedes ayudar a mucha gente, y paliar mucho sufrimiento inútil y estéril.Y cuatro,no hay nada más importante que una cálida relación humana.
"¿transtornos?"
De siempre me sugestionó la familia Panero:
http://www.youtube.com/watch?v=s3qcBn4tKkk
Abate Marchena.
A vueltas con Angel Gonzalez.
CANCIÓN, GLOSA Y CUESTIONES
Ese lugar que tienes,
cielito lindo,
entre las piernas,
ese lugar tan íntimo
y querido,
es un lugar común.
Por lo citado y por lo concurrido.
Al fin, nada me importa:
me gusta en cualquier caso.
Pero hay algo que me intriga.
¿Cómo
solar tan diminuto
puede ser compartido
por una población tan numerosa?
¿Qué estatutos regulan el prodigio?
"Una atimormia tan florida como la de el silencioso coprotagonista del esketch no es fácil verla."
No sé si ésto es un insulto, un elogio o qué. Que no lo entiendo, vamos.
Ahora lo entendi. No hablaba de mí. Menos mal. Hablaba del tipo al que se ve escuchando en la peliculita. Es casi tan interesante como el tipo que habla.
"Atimormia" no viene en la wikipedia. Aquí, que hay tanto galeno, ¿no habrá alguno que quiera ayudar a la humanidad (española) haciendo una entradita?
¡A que no hay güevos!
"Pa" mí que debe ser algún "transtorno", con "n", que es exactamente lo mismo que un trastorno pero escrito por un pedante.
Loia, Atimormia hace referencia a la falta de expresividad, a la indiferencia afectiva que muestran algunos pacientes. La enfermedad mental grave produce un cuadro así que se exacerba por la medicación.
Siempre les digo lo mismo.
"A ver ¿Usté por donde empieza a vestirse, calcetines, calzoncillos o bragas, ...? ¿A que no le parece una esclavitud y ni se le ocurre salir de casa sin hacerlo?
Más fácil es tragar una pastilla.
catalino, la adicción a la droga, (ser esclavo de ella, en el sentido de depender de ella) con independencia de que se trate de una sustancia dañina o no siempre se ha considerado algo no deseable.
Y ahora un poema dedicado a Lafoca, y a Ana, y a Devisita, y a Teresa y Recienllegada y a Dama Oscura. Y a todas las mujeres de este blog, que yo dedicando poesías siempre he sido muy generoso.
A cada una de ellas.
"Si yo fuera Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,"
(Y SIGUE EL POEMA)
[...]
Nada resiste ya. Sucede cuando
mi dolor me levanta y me hace cumbre
que empiezan a ocultarse las imágenes
y a dar la mies en cada poro el acto
de su ligero crecimiento. Entonces
hay que avanzar la vida de tan limpio
como es el aire, el aire retador.
----------------------------
ebria persecución, claridad sola
Buenas tardes, hermanos. Vengo en son de paz. Siento que a santi le partieran el culo en Chueca, eso me ha parecido leer en los últimos comentarios de ayer. Sin peleas, sin rencores, amémonos todos.
El lugar donde más poesías he encontrado de Angel gonzalez ha sido en aquí:
http://amediavoz.com/gonzalez.htm
Bueno, y en casa de mi padre. Pero quería decir en la red.
.............
Foca compórtese, que este es un lugar serio.
Foca, si consigue leer todo lo que he escrito esta tarde, le dan un vale para venirgratis por aquí mañana.
Merece la pena
Es que he dormido poco y tengo el día verboreico...
quise decir "verborreico"
15 de Enero. Frío, tengo sinusitis...
¡Muchas felicidades a Mecanikoncita! Un año.
Loia, 13 de 23, no está mal.
Sobre Angel González no puedo decir nada. Concentrados mis años mozos en la poesia de Evaristo no pude llegar a AG mientras vivía. Veremos ahora.
Descrédito de las drogas y hasta cierto punto descrédito de las compañías farmacéuticas.
"A nadie le gusta ser dependiente." Claro, todo el mundo prefiere ser jefe o artista o asesor o incluso psi, pero dependiente... "buenos días, ¿qué desea?" Todos los días con la sonrisa en la boca. Es duro.
No creo en dios, tampoco en sectas magufas conspiranoicas. Así, una vez apartada la ensalada, sólo me queda la carne (la ciencia).
Las autodefiniciones sobre el qué suelen ser un combate de la impostura y la humildad, arbitradas por la inteligencia.
Para terminar, dos definiciones de psiquiatra con aire graciosillo. La primera la recoge Zarifian en "Los jardineros de la locura".
"El neurótico es quien fabrica castillos en el aire, el psicótico, quién vive en ellos; y el psiquiatra...quien cobra los alquileres".
La segunda, en estos tiempos de periódicos leídos, contención de
gastos y consejos escatológicos, mas útil. La dio The Times a mediados de los 80.
"Por fin alguien ha definido el valor de un psiquiatra. Un individuo que retenía rehenes a punta de pistola en el Hospital St.Jude de Memphis liberó a uno de ellos -un psiquiatra- a cambio de cinco hamburguesas normales, cinco hamburguesas con queso y unas patatas fritas".
Por cierto, algo imperdonable.
A la hora de dedicar la poesía a las mujeres de este blog se me olvidó mencionar a mecanikong.
No tengo escusa.
O quízá si. Con ese nick...
En todo caso, perdón y enhorabuena.
¡Ojala no estuviera mirando!
Lean si no lo han hecho las Narraciones Maravillosas de Chaves Nogales. Qué fina inteligencia y relajada viveza!
Y para celebrar este día gris y agradable escuchen esto de los Gipsy Kings:
http://www.youtube.com/watch?v=q45l69DpXn0&feature=related
Pues ande que su nick...Y no digo más.
Acercándonos a la profesión PSQ a través del paciente:
Dan unas vueltas,ganan dinero se van a su casa y ya está.
¡Un año ya! Se lo debía, pequeñina.
El huésped de las nieves
Capítulo I
Había una vez, por los Montes de Toledo, en una tierra muy espesa de manchas que se llama La Jara, una casa de campo en que vivía una familia que tenía dos burros. Una tarde en que el padre había salido con los burros a un pueblo cerca a por harina, se cubrió el cielo de un nublado todo igual y blanco y comenzó a nevar y más nevar, de una manera como pocas veces se ve en aquella tierra; así que, oscureciendo, había ya en el suelo una manta de nieve de cerca de una cuarta, y el padre no volvía. Ya de noche, llamaron a la puerta y era un vecino de los alrededores que venía a caballo y, de parte del padre, les traía recado de que aquella noche se quedaba a dormir en el pueblo, pues, siendo los borricos algo tropezones y cargados con sacos como habían de venir, no se atrevía con tanta nieve a emprender el camino de regreso y, por tanto, que no se preocupasen si no volvía aquella misma noche ni hasta tanto que viese los caminos un poco despejados.
A la mañana del siguiente día la nieve había subido hasta dos palmos; y que nunca había visto, en sus setenta años, otra nevada igual, dijo el abuelo al asomarse a la ventana.
Mirando hacia los cerros, se veía todo lo que antes eran oscuras manchas de jaral casi cubierto de blancura, pero no del todo, porque las jaras llegan a crecer más de dos cuartas y aun las hay que levantan hasta por cima de los hombres altos. Así que las más de ellas sobresalían de la nieve, aunque también sus hojas aparecían nevadas en gran parte.
La jara es una planta con los tallos muy negros; y en el verano, cuando el sol calienta, las hojas se le ponen pegajosas, lo mismo que con un pringue de miel, y se pueden pegar sobre la mano como el esparadrapo.
Duró la nieve otro día más, y el padre continuaba sin volver. A la mañana del segundo día, el mayor de los hijos entró todo alborotado diciendo que la ventana de la cuadra estaba abierta, la falleba rota, los pesebres revueltos, el heno derribado, y que por todas partes se veían señales de que alguien había estado allí, y que quién podría haber sido.
Poco estropicio ha sido, según tú lo refieres dijo el abuelo tan tranquilo , y yo no quiero andar cruzando los corrales para verlo, que mis pies ya no están para el frío de las nieves. Cuando venga tu padre, que lo averigüe él, si lo desea.
¡Una falleba nueva gritó la madre desde la cocina , que me costó seis duros el ponerla este otoño que acaba de pasar!
Se presentó, sin esperarla, el padre a mediodía, diciendo que se había decidido por fin a regresar en vista de que iba para largo y porque había pensado que total iba a ser casi peor venir pisando por los barrizales que habrían de formarse en los caminos al derretirse de las nieves. Mientras decía estas cosas dentro de la casa, quitándose la manta de los hombros, salió el hijo mayor a atender a los burros que llegaron cansados y friolentos y a descargarlos de los sacos que traían sobre el lomo y que venían cubiertos con gualdrapas de telas embreadas, no siendo que la harina se mojase y se echase a perder. Trajeron un brazado de tarmas, o sea leña menuda, de los matorrales, y lo echaron encima de las brasas que quedaban de haber hecho poco antes la comida y le armaron al padre una gran lumbre porque había venido hundiéndose en la nieve casi hasta la rodilla y tenía los pantalones empapados. Se sentó en el escaño y se sacó las botas y los calcetines que estaban igualmente chorreando y avanzaba los pies hacia la llama a riesgo de quemarse, porque de tan helados como los traía no sentía en las plantas el calor. Le dieron algo de comer y, mientras él comía, los demás le contaron el extraño suceso de la cuadra. Así que, cuando se hubo repuesto y calentado, volvió a calzarse con calcetines secos y otras botas, y se fue con el hijo mayor hacia la cuadra, en donde ya los burros masticaban el pienso en los pesebres. Observó el padre la falleba rota y miró con cuidado a todas partes, concluyendo que no era ciertamente una persona la que en aquel lugar había penetrado.
¿Y tú cómo has mirado, bobalán añadió de repente , que no has visto esta huella marcada en el estiércol? y le mostraba al hijo unas pisadas de pezuña doble de forma semejante a la pista de las cabras, pero mucho mayores . ¿Conoces tú estas huellas?
De borrico no son dijo el muchacho.
No. Ni de golondrina. Eso seguro dijo el padre riendo . A ver. ¿De qué serán?
De buey creo que no son. Son más estrechas.
Tampoco son de buey.
De cabra no serán, que son muy grandes.
Tampoco son de cabra.
De un cochino serían más redondas.
Tampoco de cochino, Nicolás.
Las de oveja son mucho más chiquitas.
Ni tampoco de oveja.
Padre... ¿De qué serán? Ya no hay otro animal de dos pezuñas.
¿Que no hay otro animal?
No hay otro. ¡No lo hay!
El padre cogió entonces a su hijo por el hombro y le apretó, mirándole a la cara.
Mírame, Nicolás. Aquella vez que subiste tú conmigo a lo alto de la sierra, ¿no saltó de repente delante de nosotros y escapó a la carrera un animal hermoso que tenía unos cuernos como ramas y que corría más que ningún caballo? ¿Ya no te acuerdas de él?
El chico puso unos ojos redondos como platos, y con enorme asombro exclamó:
¡¡El ciervo, padre!! ¡Un ciervo ha estado aquí! ¿Cómo habrá entrado? ¿Por qué habrá venido?
Capitulo II
Se habló en la casa del descubrimiento. El padre dijo que sin duda alguna, por haberse cubierto de nieve todo el campo y estar las hierbas enterradas, no hallando qué comer los animales de los montes, el ciervo aquél, acuciado por el hambre, habría acudido al heno de la cuadra. A lo cual el abuelo replicó que no era un caso totalmente nuevo, y que ya se había dado algún invierno con las cabras montesas de la sierra el bajar a pastar con los rebaños de los pueblos; pero que el ciervo tiene fama de animal de muy poco comer, para el que no son nada cuatro días de ayuno, y que aquél, de ser ciervo, sería algún golosón, que entre todos los seres de este mundo tiene que darse la golosería.
El muchacho no hacía más que mirar por la ventana hacia las lomas de jarales, y aún quería pasar con su mirada al otro lado de los montes y alcanzar las umbrías escondidas, los últimos rincones de los bosques, de donde imaginaba que el ciervo habría venido. Y, oscureciendo, vio las nubes retirarse del cielo y luego aparecer una gran luna que iluminaba toda la nevada. Cenó callado y pensativo, y tan sólo a las postres despegó los labios para sacar de nuevo el ciervo a relucir.
Como sabe el camino, a lo mejor vuelve esta noche, padre.
La madre no entendía de quién hablaba.
¿Qué dices tú? ¿Quién va a volver?
El padre sí entendió, y ya se reía.
Pues quién va a ser, mujer. El ciervo, que no se le quita de la imaginación.
El abuelo opinó que bien podía volver a presentarse, no habiéndose la nieve derretido y con los pastos todavía cubiertos. Y le daba al muchacho con el codo.
¿No sabes, Nicolás, cómo se cuentan los años de los ciervos?
¿Cómo, abuelo?
Esos cuernos que llevan como ramas peladas empiezan a nacerles alrededor del año. Igual que el par de dientes que le apuntan a tu hermano Eusebio, que ya debe andar cerca de cumplirlo también.
¡Jesús, María, y qué comparaciones! dijo la madre junto al fregadero.
Bueno; pues ese primer año les sale solamente un par de puntas igual que dos estacas y por eso se llaman estaqueros; pero a la primavera se les caen y se quedan sin cuernos otra vez. Y todo el verano tardan en crecerles los nuevos, que primero vienen cubiertos con una pelusilla igual que el terciopelo de los melocotones, hasta que no les crecen más. Entonces se conoce que les pica ese pellejo de pelusa y restriegan los cuernos contra los troncos de los árboles hasta desnudárselos y dejar descubierto lo que es pura madera. Así que año tras año pierde el ciervo los cuernos, y cada vez que vuelven a nacerle sale una punta más, de modo que por el número de puntas, que se llaman candiles, sacas el número de años. Si este que dice tu padre que ha venido fuera un macho, pues las hembras no tienen nunca cuernos, ahora podrías contarle los candiles y llegar a saber la edad que tiene, porque éste es el tiempo en que las astas de los ciervos se hallan en todo su esplendor.
El chico apartó los ojos de su abuelo y se volvió a su padre:
¡Yo quiero verlo, padre! ¡No me quiero acostar!
Oyendo estas palabras, la madre comentaba sin volverse:
Por si estaba ya poco embobado el muchacho con el ciervo, tuvo su abuelo que venir a terminar de calentarle del todo la cabeza.
¡Sí es que no es el mismo abuelo el que la tiene más caliente! dijo el padre, volviéndose a reír . No estamos tan seguros de que vuelva. Comoquiera que sea, Nicolás, si tanto gusto tienes que das la noche por bien empleada le haremos un acecho; que mañana, con estas nieves en el campo, no tendremos faena que nos haga madrugar. Verás tú. Preparamos una soga, la atamos al postigo y dejamos abierta la ventana...
¡A cierveros nos vamos a meter, mira qué cosa! interrumpió la madre protestando y riéndose a la vez.
Así pues, decidieron amarrar una soga a la esquina inferior de la ventana, dejando ésta abierta, y esconderse los dos, teniendo la otra punta de la soga de modo que pudiesen, de un tirón, cerrar de nuevo la ventana, en cuanto el ciervo, si tenía la ocurrencia de venir, saltase adentro de la cuadra. Cogieron un farol de aceite, de esos faroles que usan en el campo como cajas cuadradas de cristal, que tienen dentro la latita de aceite de donde sale la mecha que se enciende y arriba como un tejado de hojalata cuya cúspide remata en una anilla de hojalata también, que es por donde el farol se lleva de la mano. Lo abrió el padre por uno de los lados de cristal que funciona como una portezuela y le dio llama con una cerilla. Cogieron igualmente un par de mantas para arroparse el tiempo de espera y así salieron al corral, todo nevado y alumbrado por la luna, que era un patio cuadrado de mediano tamaño, limitado a un extremo por la casa y al otro por la cuadra y cerrado a ambos costados por dos cobertizos bajos de techumbre.
Cruzaron el corral y alcanzaron la puerta de la cuadra, donde los burros ya dormían. Abrieron la ventana y le ataron la soga, según habían pensado. Y el padre dijo entonces:
Pudiera olfatearse de nosotros y entonces no entraría; vamos a acurrucarnos entre el heno, que huele fuertemente, escondiendo un olor en otro olor.
Olerá los borricos dijo el muchacho.
A borricos olía también anoche, sin que ellos estuvieran le replicó su padre , que un año que faltaran no podría oler aquí más que a borrico desde el suelo a la punta del tejado, y ya ves cómo entró.
¿En el heno nos vamos a meter? dijo el muchacho . Pues algún alacrán nos picará.
¿Con estas nieves temes tú alacranes? dijo el padre . ¿Dónde estarán ahora los pobres alacranes? Debajo de siete piedras enterrados, y más dormidos que si estuvieran muertos, lo menos hasta que salga el sol de marzo y el terreno se vuelva a calentar.
Se arrellanaron, pues, como en un nido, en el montón del heno, a un lado en la pared de la ventana; el padre con las piernas muy abiertas y en el hueco de ellas Nicolás; echándose una manta por delante y la otra por la espalda, mientras las cuatro manos sujetaban la soga que iba hasta el postigo.
Y así se dispusieron, inmóviles y callados, a esperar desde lo oscuro, atentos solamente a la ventana y al cuadro de luz que a través de ella proyectaba la luna sobre el suelo.
La noche no era demasiado fría, porque una gran nevada deja siempre unos días más templados tras de sí, y no corría ni una brizna de aire. Y pasó tanto tiempo que las manos del hijo se fueron aflojando poco a poco hasta soltarse del todo de la soga, y ya su cuerpo entero se vencía por el sueño contra el pecho del padre, cuando éste con un súbito aunque leve movimiento lo volvió a despertar. La neta sombra de unos grandes cuernos enramados había aparecido en el alféizar, proyectada por la luna. Las manos se crisparon en la soga y, afuera, en el silencio de la nieve, se oyó, cercano, el fuerte resoplido de un olfateo receloso. Tres veces se repitió aquel resoplido hasta que al fin creció súbitamente la sombra en la ventana y a la sombra siguió el propio animal, que de un salto limpísimo salvó el alféizar sin tocarlo y vino a clavar sus cuatro pares de uñas en el suelo de la cuadra.
¡Ahí lo tenemos, Nicolás! gritó entonces el padre jubiloso, al tiempo que tiraban con fuerza de la soga.
Y rechinó el postigo en sus bisagras oxidadas, giran o velozmente hasta golpear el marco con estruendo, casi al instante mismo en que aquel agilísimo animal, que había tenido tiempo de girar en redondo sobre sí, redoblaba, con la embestida de sus astas, el golpe en la madera. Tras lo cual se detuvo unos momentos, como dándose cuenta de haber sido ganado por la mano, mientras con vigorosos resoplidos parecía querer hacerse cargo de en qué clase de trampa había caído y en medio de qué seres se encontraba. Pausa que el padre aprovechó para decirle a Nicolás:
Tú mira a ver si enciendes el farol, que yo veré de llegar a la ventana para afianzarla de algún modo y liberar la soga que me hace falta ahora, a ver si le echo el lazo por los cuernos.
Mas no bien hubo dicho estas palabras, cuando he aquí que empieza el ciervo a dar respingos y a trotar ciegamente de una parte a otra, derrotando cornadas en lo oscuro, golpeando las maderas, en el ansia de dar con la salida, y acorralando a los borricos, que, en sobresalto despertados, huían zarandeados por todos los rincones, sin despegarse un punto uno del otro y aun buscando el arrimo de sus amos, de quienes esperaban sin duda protección. No obstante, Nicolás ya conseguía dar luz a su farol, y el padre, liberada al fin la cuerda «¡eh, ciervo!, ¡toma, ciervo!» , perseguía al animal inútilmente, sin que éste se dejase convencer; cuando en esto, y habiéndose llegado Nicolás más hacia el centro de la cuadra con el farol en alto por mejor alumbrarle a su padre la faena resultó que el animal, en una de sus locas pasadas, le arrancó de los dedos el farol y se lo llevó ensartado por la anilla en una de las puntas más altas de sus cuernos. Y al verse portador de aquella luz, que se agitaba sobre su cabeza, y sentirse sonar entre las astas el golpear de latas del farol que giraba como una bandolera, a tal punto llegaron su espanto y su violencia que el padre y Nicolás tuvieron miedo.
¡Vamos a abrirle hacia el corral dijo entonces el padre , y darle desahogo, no siendo que nos lleve por delante!
Dicho lo cual se deslizó pegado a las paredes hasta alcanzar la puerta. No esperó el ciervo a que llegase a abrirla totalmente, sino que apenas vista una rendija de nieve iluminada, precipitóse a ella, saliendo hacia el corral, tan apretado entre las dos maderas, que el farol ' todavía luciendo en lo alto de sus cuernos, se fue a estrellar contra la jamba y cayó al suelo en mil pedazos. Padre e hijo salieron detrás del animal, que tras breve carrera se había detenido en medio del corral iluminado por la luna; y Nicolás ahora se acordaba de las palabras de su abuelo y empezaba a contarle al ciervo los candiles. Pero no había llegado a contar seis, cuando ya éste arrancaba nuevamente a la carrera y, llegando hasta uno de los cobertizos laterales, se ponía de un salto en el tejado y, derribando nieve y quebrantando tejas, llegaba hasta la cima y desaparecía a la otra parte.
No repuestos aún de la sorpresa y el asombro ante aquel salto y fuga inesperados, vieron de pronto el padre y Nicolás que los borricos salían de estampía de la cuadra y que ya ésta aparecía iluminada por resplandor de fuego, porque la llama del farol, ¡dos en mil añicos los cristalitos de su caja, había prendido en los mechones de heno esparcidos por el piso. Acudió el padre adentro, y desplegando prontamente una de las mantas, la abatió sobre aquellas llamaradas y logró sofocar el incipiente incendio, a tiempo apenas de que no llegase a prender en el gran montón de heno y ardiese la cuadra entera sin remedio.
Y entonces, como tomando al fin respiro y recobrándose de todo el sobresalto que había turbado aquella noche su pacífica existencia, prorrumpieron los burros en un rebuzno largo y uniforme.
Capítulo III
El rebuzno a deshora de los burros despertó de su sueño a todos los durmientes de la casa. Fue el abuelo el primero en asomarse a una ventana, y Nicolás, nada más verle campear las canas a la luna, le gritó con desconsuelo:
¡Abuelo, le conté cinco puntas, pero tenía muchas más, y se ha escapado!
A otra ventana se asomó la madre y a una tercera aparecieron a la vez las cabezas gemelas de las dos hermanas; de modo que de toda la familia sólo el pequeño Eusebio permaneció como si tal cosa.
¡Pues a ver las mis mantas! se le oyó a la madre, que en ningún momento había mostrado demasiado entusiasmo por aquella nocturna expedición . ¡A ver en qué estado me las devolvéis!
Y no se equivocaba en sus temores, aun ignorante todavía de lo ocurrido, sospechando que sus amadas mantas no podrían escapar sin deterioro de tan disparatadas aventuras; pues, en efecto, cuando el padre y el hijo, tras haber encerrado nuevamente a los borricos en la cuadra, devolviéndolos por fin a su reposo y al sueño interrumpido, entraron en la casa y entregaron las mantas a la madre que había bajado ya con un candil a recibirlos se descubrió en seguida que la más nueva de las dos estaba por una parte toda tostada y chamuscada por las llamas contra cuya amenaza había servido.
Pero mayores fueron los motivos de enfado por parte de la madre cuando, por el relato de los episodios, vino a enterarse de que los daños de la noche no paraban en el turrado de las mantas, sino que aún se prolongaban en el quebranto de las tejas y la rotura del farol. Con lo cual cabizbajos y mohínos iban el padre y Nicolás cuando todos al fin se retiraron a la cama.
Capítulo IV
A la mañana siguiente reconocieron ambos el estropicio de las tejas del tinado, que al cabo no pasó de la docena, y buscaron en la cuadra los restos del farol: se halló, por una parte, la latita del aceite causante del incendio, por otra, el armazón todo abollado y sin un solo cristal; la anilla no apareció por parte alguna.
Repusieron las tejas del tinado, pero el farol no llegaron a arreglarlo porque a la vista de sus restos el hojalatero lo halló tan malparado que dijo que más cuenta les traía comprarle a él uno nuevo, que los tenía ya hechos muy hermosos; pero cuando contaban su aventura a los amigos de los alrededores nadie quería creerlo por mucho que porfiaran, y todos se reían, comentando en las tabernas que cuándo se había visto entrar un ciervo en una cuadra a comer de los pesebres como si fuera un borriquillo. Y esto fue lo que más desazonado trajo por algún tiempo a Nicolás.
Se terminó el invierno, pasó la primavera y ya todos tenían olvidada aquella historia, cuando, una tarde, a mediados del verano, de regreso del monte se presentó un pastor en la taberna adonde el padre de Nicolás solía ir a jugar a la baraja, y enseñó a todos un hermoso par de astas de ciervo que, siendo el tiempo de la muda, había encontrado tiradas por unas madroñeras de lo alto de la sierra. Y mostró con el dedo a los presentes cómo ensartada en una de ellas se veía, oxidada y retorcida, una anilla de lata que bien pudiera ser la de un farol.
¡Y que me ahorquen a mí si no lo es! dijo el padre de Nicolás, reconociéndola.
Y, pidiéndole al tabernero su caballo, salió a toda carrera hacia su casa y al cabo de una hora volvía con Nicolás a la grupa, el cual traía en su mano los despojos del farol. Y comprobada la correspondencia de éstos con la anilla, no solamente se vio corroborada ante todos los incrédulos la aventura del ciervo, sino que el chico pudo al fin contarle las puntas a su gusto y conocer los años que tenía, que resultaron ser catorce, o sea los mismos que a la sazón contaba el propio Nicolás.
Rafael sánchez ferlosio
LOS HERMANOS CAGALES
Los hermanos Cagales son los Panero de Ciutat vella. Viven en un piso de acogida de la calle Carniceros y salen a pasear todos los sábados hasta la frontera de la calle San Vicente. Les llaman Cagales no porque Casale sea escatológico y practique el turismo escatológico sino porque un día se cagaron los dos en el Lisboa. Al unísono, a media mañana, mientras en la calle caían chuzos de punta. "Che, quina pudor!!" empezó a bramar el camarero. Quià, que diría el chino. La pudor era el pastel, la mugre, el grito sórdido y poético de nuestros Panero. Como siempre, hubo irredentos izquierdistas sección paisos catalans que vieron en aquel acto un atentado de la derecha local, pero la cosa no fue tan honda. Un simple apretón. El apretón gemelo y compartido de los hermanos Cagales. Fue entonces que reparé en ellos. Y sensibilizado por los post de mi amigo Sarapo me acerqué a compartir espacios de bruma y humo con ambos. Los hermanos Cagales tienen un plan. Primero cagar duro en todos los garitos donde alguna vez se mofaron de ellos. Después, fundar la rama local de la antipsiquiatría. Palabra que no miento.
Mecanikong, te pìdo mil perdones por mi olvido. Y parece que aún lo estropeé más hablando de tu nick. Disculpa. Nada más lejos de mi intención que molestarte. De verddad, lo siento.
No lo dije en su momento pero pensé decirlo. Si por algo pudieramos en este blog lamentar su embarazo es porque cuando llegue la criatura nos privará seguramente de su presencia durante unos meses.
Meca, si algo puedo decir yo que les conozco a ambos es que es difícil ser más sincero que el bueno de Loiayirga.
Y Loia, conociendo a Mecanikong, le diré que no se preocupe por lo sucedido y que ni de coña va a faltar tanto tiempo del blog.
De hecho, hoy hace un añito que nació Sabela, la niña de los Meca, como bien recuerda Ch.
¡Que bueno soy! Busco desesperadamente ser un santo laico como Zetapé.
Sarapo, he estado en la tienda apple de Asturias.
Es otro mundo. Imagínate que los ví todos, llegué a casa me metí en la web-apple y estaba en obras.Pero al rato había un Mac Book nuevo que se llama "air" y es más fino que el periódico...yo creo que para alguien como tú que no para de viajar te vendría estupendo.
El futuro es de color blanco, hasta el ejército americano se ha pasado a Mac.
Che, ¿dónde está apple en Asturias?
don´t dijo...
Acercándonos a la profesión PSQ a través del paciente:
Dan unas vueltas,ganan dinero se van a su casa y ya está.
4:15 PM
Dont: ya dije que este video era una injusticia y que faltaba a la verdad: ni siquiera damos vueltas.
Happel: buscaremos ese Chaves.
La Lila nº22.
Sarapo, me he llevado el último (eso dijo)que quedaba en la librería Clan y me he vuelto a pasar de estación en el metro. ¿Le planto alguno aquí?
Loia, eres un despistado mayúsculo; si en el último trimestre del anterior fue cuando más disfrutamos de la presencia de Meca.
Voy a terminarlo (el libro).
Cata, no comprendo bien.
Hermosísima tarde noche de vendaval. Como casi siempre que hay vientos de este calado me voy a la Playa del Cuerno por ver cómo el vaivén acelerado de la espuma de las olas salta por encima de las rocas. Muy hermoso, ya digo, esta performance netamente romántica a la que solo le falta un amor dolido precicipitándose al cantil desde La Peñona.
¡Era broma Loia! Eso sí, mi nick es entrañable. De pequeñas a mi hermana y a mí nos regalaron 2 caretas, una era de King-kong y la otra de un monstruo indeterminado, muy feo, al que un tío mío bautizó como Mecanikong. King-kong y Mecanikong fueron famosos y útiles en casa. Gracias a esas caretas la vecinita ñoña que querían empaquetarnos como amiga huyó como alma que lleva el diablo. Fin de la historia.
Un añito. Ardo en deseos de leerle cuentos (Y que le guste). Gracias, Catalino, eres genial.
Caramba, espero no faltar y que ustedes sigan.
Jo! Hablo del libro que recomendó Happel; por cierto publicado en una editorial muy querida por mí y por mi familia ¡ejem! que tiene una librería en Madrid. Bajé, lo compré, me monté en el Metro, leía, me pasé de estación; son relatos tan cortos que hasta yo puedo copiar aquí ¡Ya!
Y que en el último embarazo Meca nos acompaño mucho.
Muchas felicidades Sabela.
Desde ahora miraré con mucho más cariño su nick, mecanikong.
Y me alegro mucho, además, que por lo que se ve fuera su hermana la que se pusiera la careta de King-kong.
A ver si un día de éstos les cuento algo sobre mi nuevo estado de enamorado. La emoción me embarga con solo recordar lo rápido que sucedió todo... Y el amor que sieno es tan puro que no tengo ni deseo de poseerla.
Bueno, tampoco quiero mentir diciendo que no la deseo porque está bastante buena pese a su aspecto intelectualoide, de película de Claude Sautet.
santispiritus, cuente, cuente
A esta niña que suscribe el mundo PSI donde ha entrado de cabeza le queda -por ahora- muy grande. Y entre el jaleo general en que estoy convirtiendo mi vida (yendo probablemente a peor) empiezo a darme cuenta de que estoy callando demasiado, debido sobre todo a ese temor (eterno) a hablar de más.
Se me han pasado cumpleaños, sonrisas, guiños, fechas cumbre y toda suerte de alegrías virtuales y del día a día; llevaba meses leyendo los post con alguna semana de retraso. Sepan disculparme pues.
¡Felicidades a Sabela y enhorabuena por el hermanito en camino!
No me peleo en el barro, no sé nada de política, sólo sabía de Ángel González a través de una gran persona que dice que me quiere...
Simplemente me gusta leer cuanto tienen que decir.
¿A nadie le da pena del vapuleo que está sufriendo el pobre letrista del himno nacional?
De estrella a estrellado, qué dura es la vida pública.
Lo que no te imaginas es que si inventas un himno te van a sacar cantares.
...............
Viva el blog
cantemos todos juntos
con distinta voz
y un solo corazón...
VARIANTE 2
Ya lo dice el refran:
crea himnos
que te sacarán cantares
Sarapo, por la proporción desmedida de mis intervenciones no sé si me ha invitar usted a algo y va a llamar a los de seguridad
Sarpozí se divorció de su prima y Rajoy de él.
DECLARACIÓN DEL ALCALDE TRAS SABER QUE NO IRÁ EN LAS LISTAS
Gallardón: 'He sido derrotado'
'Después del 9-M voy a abrir un periodo de reflexión para ver si dejo la política'
'Es una decisión dura, pero la ha adoptado quien la tenía que adoptar'
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